Periodista
Cuando parecía que los asaltos y cogoteos de los árbitros en las canchas antofagastinas estaba quedando en el pasado, reapareció con más fuerza que nunca el ataque artero de tres mafiosos, en contra del equipo puma, que hicieron lo imposible para que el club local no se llevara los tres puntos, frente a Wanderers.
El juez Claudio Fuenzalida, quedó con el pito gastado y sin pulmones de tanto cobrar tiros libres al borde del área chica, a favor de la visita. Eso equivale a medio gol, o más que eso, porque al ejecutante le basta pasar el balón por sobre la barrera para salir a cobrar. Afortunadamente, los visitantes traían puros troncos, que si siquiera saben lanzar penales.
Sorprendente el cometido de este juez santiaguino, ya que el cuadro caturro es la nada misma y por lo mismo, carece de pretensiones mayores, como para favorecerlo tan vergonzosamente y a sangre fría, como si se tratara de algún equipito capitalino.
Un arbitraje deplorable, donde no hubo los típicos errores de apreciación inherentes a cualquier partido de fútbol, sino la manifiesta intención de perjudicar abiertamente a la oncena local. Tanta desfachatez, que anuló un penal cobrado, pero que luego deshizo y cambió por un lanzamiento de esquina, completando su triste y discriminatorio show, que enardeció a la hinchada puma, mandandole profusos saludos a la mamá de ese desalmado, junto al consabido coro…ladrón, ladrón, ladrón…
Buen comienzo, con el reingreso de titular de Escudero y también buena estatura, al quedar en la banca varios enanitos. Sin embargo, a poco andar empezó el otro show, el de un “chiquilín sin historia” llamado Osmán Huerta; que yo señalé claramente en la lista de los jugadores prescindibles y no apto para la competencia de honor. Un holgazán consumado; falto de chispa, viveza y nada de amor por la camiseta; balón que recibía, chambonada que se mandaba -jugando retrasado y por el medio-, en una faceta que no domina y que desnudó sus precariedades técnicas. Por eso, le quedó grande la camiseta de titular. En palabras simples, fue un desastre, incluyendo una terrible infracción que perfectamente pudo ser roja. Debió ser sustituido al comenzar la segunda fracción, pero como el entrenador Huerta no sabe de estrategia, lo mantuvo. Y al cabo, otro patadón, por lo que se fue corriendo a las duchas, en otra inocentada, porque había que demorar la reanudación del juego, caminando muy lento. Por eso, voy a repetir hasta el cansancio que prefiero a los jugadores experimentados y cazurros.
A partir de allí, el juez inclinó la cancha con sus desaciertos, haciendo jugar más de cinco minutos agregados en su afán enfermizo por conseguir la igualdad. S i lo único que le faltó fue ir a buscar el cabezazo, en el área antofagastina, entre tantas infracciones que inventó a favor del equipito del gruñón “Elmer” Salah, que tal como incentivé a través de mis comentarios, la hinchada lo empapeló con el adjetivo “fracasado”, que ahora no lo sacó de sus casillas como antaño. Quizás porque reconoce sus múltiples fracasos con el paso de los años, ya que ha ganado puras Copas Chile, que son torneos para la chacota.
Tres puntos de oro, gratificantes; como para tomar un poco de aguita y continuar bregando desesperadamente con lo que hay, que -reitero- tan sólo sirve para aspirar a mantenerse, a duras penas en primera división.
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