miércoles, 10 de noviembre de 2010

Hay que hacer un sahumerio, contratar un sicólogo

Hay que hacer un sahumerio, contratar un sicólogo
y mandar para la casa a los “yetas”


Ricardo Araya Maldonado
El Hincha más Hincha del CDA




Al término del partido y en medio de la tristeza, alguien dijo que había que realizar un sahumerio para espantar la mala suerte que perseguía al equipo puma, jugando en el Estadio Regional; otro afirmó que debía contratarse un sicólogo, para que los jugadores aprendieran a ganar de local, sin convertirse en un atado de nervios, con tanto público en las tribunas. Y un tercero, -que medió en la conversación, sin que nadie le consultara nada- culpó a esos 8 mil “yetas”, que aparecieron de repente para subirse al carro de la victoria y que para correrlos habría que programar los partidos del CDA, a la misma hora en que juegan los “campeones de mentira”, porque así se quedarían en sus casas, viéndolos por televisión.



Yo le agregaría que habría que modificar el reglamento para que el cuadro local jugara sólo 45 minutos, porque la primera etapa es siempre una película repetida, añeja, insulsa y aburrida. Y ante Calera, no fue la excepción. Tan sólo una oportunidad de gol –al minuto de juego- en que el delantero Castillo le pegó muy fuerte, desviado, de frente y a pocos metros del pórtico, demostrando una increíble carencia de fineza técnica.

Lo demás, fueron puros caramelos para el larguilucho arquero cementero; pelotazos sin ton ni son; una que otra escapada por la banda izquierda y un continuo preguntarse del público “por donde, podría salir el gol, si este equipo carece de delanteros desequilibrantes”. A este sombrío panorama habría que agregarle que “pastelito” Méndez, estuvo irreconocible y jamás “se echó el equipo al hombro”.



En cambio, el segundo tiempo tuvo ribetes dramáticos con un equipo antofagastino que “quería, pero no podía”, por las limitantes archisabidas de un plantel conformado por “chiquilines sin historia”, jugadores discretos, ausencia de una figura descollante, de un líder y de un entrenador que sigue ignorando el abc del fútbol, insistiendo en la jugada cortita, en vez de un corner “a la olla” (que siempre será una posibilidad de gol), que termina en una chambonada típica de los tres chiflados, con un contrataque y la defensa desguarnecida, porque sus jugadores quedaron en el área rival.


Nadie podrá reprocharle nada al público, porque apoyó e intentó levantar al público; más cuando los pumas quedaron con 10 hombres por la expulsión de David Portillo y la oncena visitante comenzó a prodigarse las mejores ocasiones de gol, salvándose de puro milagro la valla albiceleste, ya sea por dos o tres afortunadas atajadas de Carrizo, o por la impericia de sus delanteros.


En el afán de lograr la ansiada conquista, los jugadores locales se fueron con todo y sin nadie en el mediocampo, quedaban anchos y largos boquerones, que aprovechaban los caleranos para llegar rápidamente al arco antofagastino, que se salvó “porque Dios es grande”.

Vino la acción del penal. Ningún jugador puma se disputó con otro, la exclusividad de lanzarlo, lo que revela falta de confianza y, fundamentalmente, temor.



Tiro mal ejecutado, para un arquero muy espigado, como Lucas Giovini –que podía llegar a los rincones-, sobretodo si no se ubicó en el centro del arco, dejando más espacio a su derecha, por lo cual revelaba al delantero que ese era su mejor lado para lanzarse con opción de atajarlo. Eso que parece tan simple, no lo sabe el flaco Ibarra, que permitió que Rubén Bascuñan fuera el ejecutor, un jugador que lanza desde los doce pasos “tarde, mal y nunca”. En su descargo, habría que señalar que a los otros jugadores, les quemó la terrible responsabilidad de derrotar a la “bestia negra”.


No era la tarde de “pastelito” Méndez, que se maneó entero, sólo frente a Giovini, con espacio y balón dominado. Hizo una jugada de más, demoró y se enredó, desperdiciando la ocasión más clara del partido.




Sumando y restando, nuevamente el CDA la sacó barata, porque La Calera tuvo más y mejores ocasiones de gol, con un empate que dejó amargura, pero manteniendo la segunda posición y la ingente preocupación que este equipo “no es más” -¡vaya descubrimiento, si está finalizando el campeonato!- o “es lo que hay”, por lo cual ningún hincha tiene la certeza si se conseguirá el tan ansiado retorno al fútbol grande.



Ante aquello, no vendría mal hacer el sugerido sahumerio y, tanto mejor, si se contrata la asesoría de un sicólogo. Ambas actividades las realizó aquel inolvidable Antofagasta Portuario, cuando se tituló campeón en 1968.


¿Y qué hacemos con los 8 mil y más “yetas”?. A esos, hay que pedirles públicamente que se queden en sus casas, porque con los 2 mil espectadores de siempre, estábamos tranquilos y el equipo ganaba de local…

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