¿Quién dijo que los milagros no existían?
Ricardo Araya Maldonado
El Hincha más Hincha del CDA
Fue un triunfo angustioso, difícil, pidiendo aguita y casi milagroso, el 2-1 ante Concepción, porque Antofagasta demostró las mismas falencias de siempre, “parejito” en todas sus líneas: haciendo agua en la defensa; un mediocampo convertido en un pasadizo y una delantera feble e improductiva. Es decir, nada nuevo bajo el sol, con la salvedad que asistieron tan sólo cinco mil espectadores, ya que los “yetas”, prefirieron irse para playa, debido al intenso calor de la tarde veraniega.
Por eso, a nadie extrañó la apertura de la cuenta de la visita, que jugaba mejor y después de cinco sucesivos tiros de esquina y otras tantas salvadas milagrosas del meta Carrizo, cuando los huasitos sureños entraban “como Pedro por su casa” y cabeceaban limpiecito.
La historia se repetía, mientras los aficionados se preguntaban por dónde podría venir el empate, si este equipo carecía de gol y más que eso, eternamente mezquino en prodigarse ocasiones para vulnerar la valla visitante, ante la carencia de delanteros de real valía.
Afortunadamente, la paridad llegó casi al terminar la primera fracción, producto de las típicas refriegas dentro del área, cuando el primer tiro de esquina albiceleste iba por los aires. Esta vez, el árbitro cobró el “cogoteo” a Oyarzún y Richard Olivares, decretó la paridad con un tiro potente, al lado opuesto del arquero De Agostini, rompiendo la larguísima mala racha, pero también dejando una sensación de incertidumbre, pensando en cómo revertir esta prolongada “cuesta abajo en la rodada”, debido a la precariedad de su plantel exento de figuras y además, con la falta de vivacidad y no saber manejar situaciones, más allá de jugar bien o mal al fútbol, pero que también sirve para conseguir resultados.
Al reanudarse las acciones el CDA siguió en lo suyo, con pocas ocasiones de gol y un mediocampo sin quite, desubicado y errático. El partido estaba para cualquiera, hasta que un contragolpe local pilló desubicada a la defensa lila y por la derecha, con velocidad y mucho espacio, Osman Huerta, metió un centro retrasado que “cacheteó”, Castillo, desatando la explosión del Estadio, al reencontrarse con una victoria parcial tan anhelada, después de largas cinco fechas de local; además por la hermosura de la conquista, en una jugada llena de fútbol. Fue un atronador desahogo, al romper quizás que maleficio perseguía al equipo puma.
Los antofagastinos pudieron estirar las cifras, no sólo porque el equipo sureño estaba regalado en ataque, sino que también porque había quedado con 10 jugadores, al ganarse doble tarjeta amarilla el jugador Manuel Ormazábal.
Así y todo, el empate rondaba el área de Carrizo, que se constituyó en escollo insalvable para las pretensiones de los hombres de la octava región, incluyendo una buena dosis de fortuna.
Por suerte, quizás quién o qué, iluminó la mente del confundido entrenador Hernán Ibarra, para hacer ingresar a otro defensor –Bascuñán- en reemplazo del chiquilín Escudero, que le falta un millón de kilómetros por recorrer para convertirse en figura. Lento, -lentísimo-, casi rudimentario por su físico pesado y lo peor ignorando conocimientos básicos de un defensor, como por ejemplo, que no puede regresar a su área, corriendo de frente a su arco, sin ver lo que hace el delantero rival.
Entretanto, la cancha seguía cargada para la valla de Carrizo, con la cooperación de los árbitros santiaguinos, sumamente dadivosos en cobrar tiros libres, sin importar la distancia, porque todos iban al área chica al borbollón de hombres, jugada que por su naturaleza, constituye real peligro de gol, donde emergió la figura de Portillo, que es donde realmente luce, cuando se trata de sacar balones desesperados, en centros “a la olla”; como buen paraguayo, estaba en su salsa.
En el contragolpe, los locales seguían sin poder liquidar el partido, por esa falla endémica de falta de finiquito y la inocencia consumada de sus players; latamente comentado, ya que jamás aflora el “instinto asesino”, cuando el rival yace a la deriva. El chiquilín Huerta, se ganó la expulsión tontamente. Cometió una infracción y en un entrevero con el defensor, éste le lanzó una patadita. Allí debió magnificar la acción y lanzarse al piso denunciando la agresión; en vez de eso, quiso el desquite y tiró la pelota un metro más allá. La candidez en todo su esplendor de este “chiquilín sin historia”, que no logra convencer a los que saben de fútbol.
Y cuando Antofagasta estaba “con el agua al cuello”, nadie se quedaba en el piso, nadie lanzaba el balón a las tribunas; nadie le ordenaba a los pasadores de pelotas que se fueran para la casa; nadie enfriaba el partido y menos el flaquito Ibarra, que aún le quedaba un cambio por realizar y valiosos segundos por ganar.
Tres puntos de oro, pero también de milagro, porque entre tantos centros y la correspondiente “tole-tole”, bien podría haber caído el empate penquista, pero allí surgió la importante faena del portero Carrizo, el mejor jugador del campo de juego.
Con los resultados de la fecha, Iquique es campeón (lo malo es que se dedicará a “echar el pelo”, en los dos últimos encuentros y más que seguro que los perderá). Antofagasta quedó segundo y depende de si mismo para lograr el otro cupo de ascenso directo.
Nada se puede vaticinar con este cuadro puma tan irregular y tan limitado en todos los sectores; pero como la tabla de posiciones está muy estrecha, serán verdaderas finales. Entonces, puede pasar cualquier cosa, tanto dentro como fuera de la cancha, incluyendo “al hombre del maletín”.
Mayor temor, si por los pasillos del fútbol siempre ronda un “matador”, que fue grande, que tiene aún influencias y que a muchos dirigentes santiaguinos, les agradaría profundamente que subiera al fútbol de honor.
Y contra eso, es imposible luchar.
lunes, 22 de noviembre de 2010
sábado, 20 de noviembre de 2010
UNA PERIODISTA MUY DIFERENTE: MARINA HUERTA SOTO
Una Periodista muy diferente
Ricardo Araya Maldonado
Periodista
http://www.antofagastina.cl/
Llegó en 1988 y nunca más abandonó “La Perla del Norte”, donde ha realizado múltiples actividades procedentes de su “fábrica de ideas”, con vocación, creatividad y esfuerzo.
Una mujer dedicada a su propio negocio, con su fábrica de ropa de colegio, deportiva y de trabajo.
Profesora, actriz de teatro y fundamentalmente “realizadora de ideas”, es parte del extenso currículum de Marina Huerta Soto, una santiaguina que arribó a la “Perla del Norte”, en 1988 y nunca más abandonó estas cálidas tierras nortinas.
Primero llegó a la oficina salitrera María Elena, acompañando a su esposo, el especialista Gerardo Valdivia, quien asumía como director del hospital, donde quedó gratamente impresionada del agreste paisaje pampino, lejos del mundanal ruido y del caótico tráfico capitalino “fue como llegar de vacaciones”, con todo el tiempo del mundo para reflexionar y mirar retrospectivamente todos aquellos años, desde que su padre quedó cesante y debió asumir la mantención de sus seis hermanos, por lo que abandonó sus estudios universitarios de Ingeniería Comercial, para trabajar en la Clínica Indisa.
Contrariamente a lo que muchos supondrían, allí no conoció a su esposo médico, porque “con Gerardo crecimos juntos, desde que éramos unos chiquilines de trece años”.
Claro que en sus ratos libres, postergó reiteradamente a su estudioso pololo, por su otra pasión que es el teatro y sus dotes de escritora de obras, dirección y actuación, llegando a formar diversos grupos de teatro, donde el futuro galeno debía conformarse sólo con mirarla desde una butaca, como un espectador más.
Fueron 14 años de trabajo intenso y extenuante en Melipilla. Cada día laboral le significaba una verdadera odisea, recorriendo enormes distancias por las calles de Santiago para llegar al Terminal de buses y emprender el viaje de ida y regreso a su trabajo, situación que le ocasionó un severo cuadro de stress, que la tuvo postrada durante seis meses en una clínica.
Ya en el norte, al cabo de un año, cambió la oficina salitrera por Antofagasta, donde Marina prosiguió con su pasión por el teatro, integrándose a los elencos de “Los Vernal” –conocido matrimonio de actores y del profesor Luis Imerio Guardia, con su grupo de teatro universitario. Fue entonces cuando decidió estudiar Periodismo “debido a mi pasión por el teatro y como respaldo para ampliar mis condiciones de dramaturga”.
En sus tiempos mozos de actriz de teatro.
Posteriormente, cuando recibió el título de Periodista, fue uno de los instantes más felices de su vida, ya que “se lo dediqué a mi padre, quien sintió una frustración inmensa, cuando no pude seguir estudiando después que lo exoneraron, en tiempos del gobierno militar”.
A su vez, incursionó en la pantalla chica, al crear el primer canal de televisión por cable en la ciudad, llamado Telemark, que transmitía 16 horas diarias, donde fue la conductora de diversos programas, durante los tres años que duró el canal, adquiriendo una rica experiencia profesional, pero que le dejó un pesado lastre en lo económico y optó por vender todo antes de quedar en la ruina.
Marina recibe el título universitario de Periodista.
Pero el bichito por la pantalla chica siguió y con la experiencia acumulada, echó a andar el Digital Channel y el VLP, que después transfirió a sus actuales propietarios.
Simultáneamente, administraba la sociedad de médicos, donde participaba su amado esposo.
También decidió estudiar música, ingresando al Conservatorio del Liceo Experimental Artístico. Allí aprendió a tocar bajo electrónico y perfeccionó sus conocimientos en guitarra, con las enseñanzas del músico antofagastino, Guillermo Márquez, que integraba el conjunto los Golden Stars, de mucha popularidad en la bohemia antofagastina.
En aquel colegio dio rienda suelta a su creatividad, tocando en conjuntos formados por puros “cabros” y, paralelamente, creaba grupos de teatro entre apoderados y el jardín infantil.
En tanto, Gerardo Valdivia, que tocaba acordeón en el conjunto Old Swingers, cuyos músicos son todos médicos, la llevó a la agrupación logrando un afiatado estilo musical, interpretando temas de mucho ritmo, animando fiestas, pubs y eventos especiales, en diversas ciudades del norte del país creciendo cada año en popularidad, a partir del 2002.
Por eso, en otra inspiración de su “fábrica de ideas”, creó su propio estudio de grabación, llamado “Artificio Producciones”, donde el grupo grabó dos discos compactos, de excelente aceptación entre los que saben de música. A futuro, pretende apoyar las producciones de artistas nortinos, que yacen postergados en el anonimato.
El año 2005 ingresó al mundo de los negocios, incursionando en la confección de ropa de trabajo, deportiva y de colegio, invirtiendo en un taller de costura y bordado, con maquinarias de última generación, capaz de proveer los pedidos de grandes volúmenes con suma rapidez, para lo cual abrió un local de venta directa en calle Coquimbo Nº 820, frente al Liceo Experimental Artístico, con precios por los suelos.
Junto al cantautor cubano Silvio Rodríguez, con el cual les une gran amistad.
Claro que no por eso dejó el teatro, ya que formó grupos aficionados en el colegio British School y, por muy agotada que se encuentre, no deja de editar la revista del colegio médico, porque “todo lo hago con entusiasmo y amor, desde que asumí el desafío de partir de cero, aquí en el norte”.
Y para ello contó con el apoyo incondicional de su esposo y de sus cuatro hijas, que siempre tuvieron sus cuidados e inmenso amor, de su madre, una mujer sensible, cálida y bella.
Ricardo Araya Maldonado
Periodista
http://www.antofagastina.cl/
Llegó en 1988 y nunca más abandonó “La Perla del Norte”, donde ha realizado múltiples actividades procedentes de su “fábrica de ideas”, con vocación, creatividad y esfuerzo.
Una mujer dedicada a su propio negocio, con su fábrica de ropa de colegio, deportiva y de trabajo.
Profesora, actriz de teatro y fundamentalmente “realizadora de ideas”, es parte del extenso currículum de Marina Huerta Soto, una santiaguina que arribó a la “Perla del Norte”, en 1988 y nunca más abandonó estas cálidas tierras nortinas.
Primero llegó a la oficina salitrera María Elena, acompañando a su esposo, el especialista Gerardo Valdivia, quien asumía como director del hospital, donde quedó gratamente impresionada del agreste paisaje pampino, lejos del mundanal ruido y del caótico tráfico capitalino “fue como llegar de vacaciones”, con todo el tiempo del mundo para reflexionar y mirar retrospectivamente todos aquellos años, desde que su padre quedó cesante y debió asumir la mantención de sus seis hermanos, por lo que abandonó sus estudios universitarios de Ingeniería Comercial, para trabajar en la Clínica Indisa.
Contrariamente a lo que muchos supondrían, allí no conoció a su esposo médico, porque “con Gerardo crecimos juntos, desde que éramos unos chiquilines de trece años”.
Claro que en sus ratos libres, postergó reiteradamente a su estudioso pololo, por su otra pasión que es el teatro y sus dotes de escritora de obras, dirección y actuación, llegando a formar diversos grupos de teatro, donde el futuro galeno debía conformarse sólo con mirarla desde una butaca, como un espectador más.
Fueron 14 años de trabajo intenso y extenuante en Melipilla. Cada día laboral le significaba una verdadera odisea, recorriendo enormes distancias por las calles de Santiago para llegar al Terminal de buses y emprender el viaje de ida y regreso a su trabajo, situación que le ocasionó un severo cuadro de stress, que la tuvo postrada durante seis meses en una clínica.
Ya en el norte, al cabo de un año, cambió la oficina salitrera por Antofagasta, donde Marina prosiguió con su pasión por el teatro, integrándose a los elencos de “Los Vernal” –conocido matrimonio de actores y del profesor Luis Imerio Guardia, con su grupo de teatro universitario. Fue entonces cuando decidió estudiar Periodismo “debido a mi pasión por el teatro y como respaldo para ampliar mis condiciones de dramaturga”.
En sus tiempos mozos de actriz de teatro.
Posteriormente, cuando recibió el título de Periodista, fue uno de los instantes más felices de su vida, ya que “se lo dediqué a mi padre, quien sintió una frustración inmensa, cuando no pude seguir estudiando después que lo exoneraron, en tiempos del gobierno militar”.
A su vez, incursionó en la pantalla chica, al crear el primer canal de televisión por cable en la ciudad, llamado Telemark, que transmitía 16 horas diarias, donde fue la conductora de diversos programas, durante los tres años que duró el canal, adquiriendo una rica experiencia profesional, pero que le dejó un pesado lastre en lo económico y optó por vender todo antes de quedar en la ruina.
Marina recibe el título universitario de Periodista.
Pero el bichito por la pantalla chica siguió y con la experiencia acumulada, echó a andar el Digital Channel y el VLP, que después transfirió a sus actuales propietarios.
Simultáneamente, administraba la sociedad de médicos, donde participaba su amado esposo.
También decidió estudiar música, ingresando al Conservatorio del Liceo Experimental Artístico. Allí aprendió a tocar bajo electrónico y perfeccionó sus conocimientos en guitarra, con las enseñanzas del músico antofagastino, Guillermo Márquez, que integraba el conjunto los Golden Stars, de mucha popularidad en la bohemia antofagastina.
En aquel colegio dio rienda suelta a su creatividad, tocando en conjuntos formados por puros “cabros” y, paralelamente, creaba grupos de teatro entre apoderados y el jardín infantil.
En tanto, Gerardo Valdivia, que tocaba acordeón en el conjunto Old Swingers, cuyos músicos son todos médicos, la llevó a la agrupación logrando un afiatado estilo musical, interpretando temas de mucho ritmo, animando fiestas, pubs y eventos especiales, en diversas ciudades del norte del país creciendo cada año en popularidad, a partir del 2002.
Aventajada guitarrista, en el conjunto Old Swingers, conformado por profesionales médicos.
Por eso, en otra inspiración de su “fábrica de ideas”, creó su propio estudio de grabación, llamado “Artificio Producciones”, donde el grupo grabó dos discos compactos, de excelente aceptación entre los que saben de música. A futuro, pretende apoyar las producciones de artistas nortinos, que yacen postergados en el anonimato.
El año 2005 ingresó al mundo de los negocios, incursionando en la confección de ropa de trabajo, deportiva y de colegio, invirtiendo en un taller de costura y bordado, con maquinarias de última generación, capaz de proveer los pedidos de grandes volúmenes con suma rapidez, para lo cual abrió un local de venta directa en calle Coquimbo Nº 820, frente al Liceo Experimental Artístico, con precios por los suelos.
Junto al cantautor cubano Silvio Rodríguez, con el cual les une gran amistad.
Claro que no por eso dejó el teatro, ya que formó grupos aficionados en el colegio British School y, por muy agotada que se encuentre, no deja de editar la revista del colegio médico, porque “todo lo hago con entusiasmo y amor, desde que asumí el desafío de partir de cero, aquí en el norte”.
Y para ello contó con el apoyo incondicional de su esposo y de sus cuatro hijas, que siempre tuvieron sus cuidados e inmenso amor, de su madre, una mujer sensible, cálida y bella.
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ANTOFAGASTA Y EL DÍA DE LA MUJER
miércoles, 10 de noviembre de 2010
Hay que hacer un sahumerio, contratar un sicólogo
Hay que hacer un sahumerio, contratar un sicólogo
y mandar para la casa a los “yetas”
Ricardo Araya Maldonado
El Hincha más Hincha del CDA
Al término del partido y en medio de la tristeza, alguien dijo que había que realizar un sahumerio para espantar la mala suerte que perseguía al equipo puma, jugando en el Estadio Regional; otro afirmó que debía contratarse un sicólogo, para que los jugadores aprendieran a ganar de local, sin convertirse en un atado de nervios, con tanto público en las tribunas. Y un tercero, -que medió en la conversación, sin que nadie le consultara nada- culpó a esos 8 mil “yetas”, que aparecieron de repente para subirse al carro de la victoria y que para correrlos habría que programar los partidos del CDA, a la misma hora en que juegan los “campeones de mentira”, porque así se quedarían en sus casas, viéndolos por televisión.
Yo le agregaría que habría que modificar el reglamento para que el cuadro local jugara sólo 45 minutos, porque la primera etapa es siempre una película repetida, añeja, insulsa y aburrida. Y ante Calera, no fue la excepción. Tan sólo una oportunidad de gol –al minuto de juego- en que el delantero Castillo le pegó muy fuerte, desviado, de frente y a pocos metros del pórtico, demostrando una increíble carencia de fineza técnica.
Lo demás, fueron puros caramelos para el larguilucho arquero cementero; pelotazos sin ton ni son; una que otra escapada por la banda izquierda y un continuo preguntarse del público “por donde, podría salir el gol, si este equipo carece de delanteros desequilibrantes”. A este sombrío panorama habría que agregarle que “pastelito” Méndez, estuvo irreconocible y jamás “se echó el equipo al hombro”.
En cambio, el segundo tiempo tuvo ribetes dramáticos con un equipo antofagastino que “quería, pero no podía”, por las limitantes archisabidas de un plantel conformado por “chiquilines sin historia”, jugadores discretos, ausencia de una figura descollante, de un líder y de un entrenador que sigue ignorando el abc del fútbol, insistiendo en la jugada cortita, en vez de un corner “a la olla” (que siempre será una posibilidad de gol), que termina en una chambonada típica de los tres chiflados, con un contrataque y la defensa desguarnecida, porque sus jugadores quedaron en el área rival.
Nadie podrá reprocharle nada al público, porque apoyó e intentó levantar al público; más cuando los pumas quedaron con 10 hombres por la expulsión de David Portillo y la oncena visitante comenzó a prodigarse las mejores ocasiones de gol, salvándose de puro milagro la valla albiceleste, ya sea por dos o tres afortunadas atajadas de Carrizo, o por la impericia de sus delanteros.
En el afán de lograr la ansiada conquista, los jugadores locales se fueron con todo y sin nadie en el mediocampo, quedaban anchos y largos boquerones, que aprovechaban los caleranos para llegar rápidamente al arco antofagastino, que se salvó “porque Dios es grande”.
Vino la acción del penal. Ningún jugador puma se disputó con otro, la exclusividad de lanzarlo, lo que revela falta de confianza y, fundamentalmente, temor.
Tiro mal ejecutado, para un arquero muy espigado, como Lucas Giovini –que podía llegar a los rincones-, sobretodo si no se ubicó en el centro del arco, dejando más espacio a su derecha, por lo cual revelaba al delantero que ese era su mejor lado para lanzarse con opción de atajarlo. Eso que parece tan simple, no lo sabe el flaco Ibarra, que permitió que Rubén Bascuñan fuera el ejecutor, un jugador que lanza desde los doce pasos “tarde, mal y nunca”. En su descargo, habría que señalar que a los otros jugadores, les quemó la terrible responsabilidad de derrotar a la “bestia negra”.
No era la tarde de “pastelito” Méndez, que se maneó entero, sólo frente a Giovini, con espacio y balón dominado. Hizo una jugada de más, demoró y se enredó, desperdiciando la ocasión más clara del partido.
Ante aquello, no vendría mal hacer el sugerido sahumerio y, tanto mejor, si se contrata la asesoría de un sicólogo. Ambas actividades las realizó aquel inolvidable Antofagasta Portuario, cuando se tituló campeón en 1968.
¿Y qué hacemos con los 8 mil y más “yetas”?. A esos, hay que pedirles públicamente que se queden en sus casas, porque con los 2 mil espectadores de siempre, estábamos tranquilos y el equipo ganaba de local…
y mandar para la casa a los “yetas”
Ricardo Araya Maldonado
El Hincha más Hincha del CDA
Al término del partido y en medio de la tristeza, alguien dijo que había que realizar un sahumerio para espantar la mala suerte que perseguía al equipo puma, jugando en el Estadio Regional; otro afirmó que debía contratarse un sicólogo, para que los jugadores aprendieran a ganar de local, sin convertirse en un atado de nervios, con tanto público en las tribunas. Y un tercero, -que medió en la conversación, sin que nadie le consultara nada- culpó a esos 8 mil “yetas”, que aparecieron de repente para subirse al carro de la victoria y que para correrlos habría que programar los partidos del CDA, a la misma hora en que juegan los “campeones de mentira”, porque así se quedarían en sus casas, viéndolos por televisión.
Yo le agregaría que habría que modificar el reglamento para que el cuadro local jugara sólo 45 minutos, porque la primera etapa es siempre una película repetida, añeja, insulsa y aburrida. Y ante Calera, no fue la excepción. Tan sólo una oportunidad de gol –al minuto de juego- en que el delantero Castillo le pegó muy fuerte, desviado, de frente y a pocos metros del pórtico, demostrando una increíble carencia de fineza técnica.
Lo demás, fueron puros caramelos para el larguilucho arquero cementero; pelotazos sin ton ni son; una que otra escapada por la banda izquierda y un continuo preguntarse del público “por donde, podría salir el gol, si este equipo carece de delanteros desequilibrantes”. A este sombrío panorama habría que agregarle que “pastelito” Méndez, estuvo irreconocible y jamás “se echó el equipo al hombro”.
En cambio, el segundo tiempo tuvo ribetes dramáticos con un equipo antofagastino que “quería, pero no podía”, por las limitantes archisabidas de un plantel conformado por “chiquilines sin historia”, jugadores discretos, ausencia de una figura descollante, de un líder y de un entrenador que sigue ignorando el abc del fútbol, insistiendo en la jugada cortita, en vez de un corner “a la olla” (que siempre será una posibilidad de gol), que termina en una chambonada típica de los tres chiflados, con un contrataque y la defensa desguarnecida, porque sus jugadores quedaron en el área rival.
Nadie podrá reprocharle nada al público, porque apoyó e intentó levantar al público; más cuando los pumas quedaron con 10 hombres por la expulsión de David Portillo y la oncena visitante comenzó a prodigarse las mejores ocasiones de gol, salvándose de puro milagro la valla albiceleste, ya sea por dos o tres afortunadas atajadas de Carrizo, o por la impericia de sus delanteros.
En el afán de lograr la ansiada conquista, los jugadores locales se fueron con todo y sin nadie en el mediocampo, quedaban anchos y largos boquerones, que aprovechaban los caleranos para llegar rápidamente al arco antofagastino, que se salvó “porque Dios es grande”.
Vino la acción del penal. Ningún jugador puma se disputó con otro, la exclusividad de lanzarlo, lo que revela falta de confianza y, fundamentalmente, temor.
Tiro mal ejecutado, para un arquero muy espigado, como Lucas Giovini –que podía llegar a los rincones-, sobretodo si no se ubicó en el centro del arco, dejando más espacio a su derecha, por lo cual revelaba al delantero que ese era su mejor lado para lanzarse con opción de atajarlo. Eso que parece tan simple, no lo sabe el flaco Ibarra, que permitió que Rubén Bascuñan fuera el ejecutor, un jugador que lanza desde los doce pasos “tarde, mal y nunca”. En su descargo, habría que señalar que a los otros jugadores, les quemó la terrible responsabilidad de derrotar a la “bestia negra”.
No era la tarde de “pastelito” Méndez, que se maneó entero, sólo frente a Giovini, con espacio y balón dominado. Hizo una jugada de más, demoró y se enredó, desperdiciando la ocasión más clara del partido.
Sumando y restando, nuevamente el CDA la sacó barata, porque La Calera tuvo más y mejores ocasiones de gol, con un empate que dejó amargura, pero manteniendo la segunda posición y la ingente preocupación que este equipo “no es más” -¡vaya descubrimiento, si está finalizando el campeonato!- o “es lo que hay”, por lo cual ningún hincha tiene la certeza si se conseguirá el tan ansiado retorno al fútbol grande.
Ante aquello, no vendría mal hacer el sugerido sahumerio y, tanto mejor, si se contrata la asesoría de un sicólogo. Ambas actividades las realizó aquel inolvidable Antofagasta Portuario, cuando se tituló campeón en 1968.
¿Y qué hacemos con los 8 mil y más “yetas”?. A esos, hay que pedirles públicamente que se queden en sus casas, porque con los 2 mil espectadores de siempre, estábamos tranquilos y el equipo ganaba de local…
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