¡SI NO FUISTE AL ESTADIO, TE PERDISTE CUATRO JOYITAS!
Inobjetable triunfo 4-1 consiguieron los pumas jugando de local frente a Coquimbo, en una contundente demostración de buen fútbol, continuando como punteros del torneo, en el inicio de la segunda rueda.
Ricardo Araya Maldonado
Lo dijimos antes que todos: Méndez está para grandes cosas
El Hincha más Hincha del CDA
De seguro que los goles que convirtió Antofagasta frente a Coquimbo, deberían estar en el ranking de las mejores conquistas de la fecha. Todos de tan impecable factura que al final es un asunto de preferencias para ubicar en el primer lugar, una u otra de aquellas magníficas conquistas.
Yo me quedo con ese soberbio zapatazo desde fuera del área que se mandó el argentino Méndez, clavándolo en el vértice superior del arco, donde no llega ningún arquero y mucho menos Santilli, el discretito portero del cuadro pirata.
Fue el tanto del empate y debo confesar que me perdí el gol visitante, justo cuando venía subiendo las escaleras de la tribuna; el árbitro recién salía del camarín y los jugadores iban a saludarse, en ese ritual ultra fome impuesto por algún funcionario administrativo de la FIFA.
Al igual que frente a Curicó, en desventaja, los primeros diez minutos fueron para el rival y ya pasado el asombro del gol de camarín, Erick Pino y Fernando Méndez, comenzaron a hilvanar jugadas llenas de fútbol, mientras el equipo del alicaído Sulantay repartía leña a diestra y siniestra, ante la complacencia de un juez santiaguino, que entre otras cosas se comió un penal más grande que el Estadio Regional y su cometido fue tan cuestionable, que me hizo recordar aquellas vergonzosas jornadas de antaño, cuando el árbitro y los jugadores visitantes llegaban tomados de la mano y muertos de la risa, al mismo hotel.
Ese golazo de Méndez puso las cosas en su lugar, ante la algarabía desbordante del público, que simpatizó con este argentino desde su debut, puesto que derrocha talento y entrega física por toneladas, como exige la hinchada local y que de seguir así, se transformará en aquel ídolo regalón, que hace tanto tanto tiempo no aparece por la avenida Angamos.
Luego vino esa otra joyita, esta vez por obra de Erick Pino, que con impecable tiro libre, puso el balón en el otro vértice, como los que saben. Eran los gramos que le faltaban a este player para alcanzar su plena consolidación futbolística con la camiseta albiceleste.
En la segunda etapa, los pumas jugaron a placer, después del tempranero gol de antología, procedente del clásico desborde por la banda derecha, el centro a la medida y el impecable cabezazo de Richard Olivares para corroborar el alza en su juego y traer la tranquilidad, en medio de olés, gambetas cortas y otros chiches, -más propios de un entrenamiento del día jueves que de un partido oficial-, frente a la desesperación de los hombres de la cuarta región, que entre tantos hachazos y manotazos diversos, quedaron con 10 hombres.
A los pocos minutos, el juez aplicó la “ley de las compensaciones”, expulsando al defensa Sotomayor en una jugada fuerte, pero disputando el balón en mitad de la cancha sin ningún riesgo de gol, mientras dejaba sin sanción otras peores, a raíz de la impotencia amarilla, al verse superados en todos los sectores del campo de juego.
A partir de allí, quedaron más espacios a disposición de los locales y con el encuentro ya definido, vino la cuarta estocada con la impecable ejecución de Miño, para culminar una tarde redonda “a todo CDA”.
Enseguida, con los tres puntos en el bolsillo, el partido se apichangó aún más, perdiéndose goles cantados por falta de un finiquitador.
Tempranamente, cuando el ganador quedó definido, era la ocasión propicia para el ingreso de gente joven y goleadores del fútbol amateur para hacerse millonarios con los coquimbanos entregados a su suerte, que por allí llegaron con dos tiros en los postes, pero cuando el partido estaba liquidado.
Tanto fue la chacota y el desconcierto de la banca visitante, que ingresó el abuelito Marcelo Corrales, que en los escasos balones que recibió, desparramaba polillas, óxidos y otros desechos, tan propios de un jugador acabado, luciendo una cervecera y poco envidiable ponchera.
Al final, todos felices y lo más agradable –y también muy sorprendente- fue que estas dos últimas victorias han sido fáciles y casi “sin moverse del escritorio”, a diferencia de otras (la gran mayoría), en que se terminaba pidiendo agüita e implorando la hora.
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