lunes, 20 de diciembre de 2010

Adiós flaquito Ibarra

Adiós flaquito Ibarra





Y eso fue todo flaquito Ibarra. Llegó la hora de tu despedida. Te vas con más pena que gloria; pero no te vas por el resultado adverso del último partido, que a la postre no es más que una simple anécdota e historia repetida para un mismo final, con goles agónicos. Te vas porque una y otra vez, desnudaste tus carencias futbolísticas, esa falta de conocimientos tan básicos, de cómo instruir a un equipo y pararlo correctamente en la cancha y, a falta de estos atributos, tampoco supiste motivar a un grupo de jugadores endebles sicológicamente, que se derrumbaba en cada gol que le convertían y de asombrosa fragilidad física dentro de la cancha.


Acuérdate flaquito, cuántos puntos perdiste sobre la hora, por no saber trabajar un resultado y más encima, jugando de local. Y te hablaría en chino, si te cuento de cómo hay que plantarse al filo del reglamento, con el mismo objetivo de sumar puntos. No pasaste de formar un equipo inocentón e ingenuo y así no se llega a ninguna parte.


Recuerda flaquito, esas lindas chambonadas que te mandaste, cuando sacabas un delantero y ponías un lateral, para dar vuelta un resultado. Y ni hablar, cuando sustituías, sin ton ni son, a otro que hacía un partido decente. O insististe en “chiquilines sin historia”, que se pasmaron hace rato, quedándose en segundo plano.


Flaquito, te cuento que hasta un niño de ocho años, sabe que con este tipo de jugadores nunca pasará nada, ya que parecen jinetes y parten en desventaja y despreciados por el rival. Ellos sólo juegan a “no embarrarla”, muy inseguros de sí y con eso, es absolutamente imposible que se consigan loros.


No te olvides de todas los minutos que permaneciste atornillado en la banca, sin dar instrucciones y tampoco incentivabas a tus jugadores, desde el borde de la cancha. Igual tus ayudantes, tan indiferentes y sin sangre caliente en las venas.


En este desastre final, no culpes a la mala suerte; al contrario gozaste de una fortuna privilegiada, porque muchos goles surgieron de la nada –igual que en el desempeño del “pomada” Percic-, cuando reinaba la confusión y en medio del desorden no se visualizaba por dónde podrían llegar los festejos.


Tampoco demostraste don de mando, cuando en un trascendente lanzamiento penal, dejaste que lo ejecutara un jugador con cero prestigio en ese tipo de jugada.


Nunca olvides, que si armas un equipo de enanitos “no pasará nada”; observa a los equipos que han logrado cosas importantes y verás que abundan los jugadores altos y de estatura normal.


Mira, a cuántos jugadores diste el visto bueno para la contratación y se constituyeron en turistas, principalmente llegados desde Argentina.


Flaquito, tienes que marcharte con dignidad y no andar “poniéndote a la lata” para ver si te renuevan el contrato. No, porque lo tuyo es demasiado conocido, predecible y sin futuro. Y, principalmente, demasiado evidente, como para analizar la monstruosa y errónea posibilidad de seguir dirigiendo al equipo puma.


Cada domingo, la hinchada llegaba temerosa al estadio, con la incertidumbre de no saber si iba a ganar y tampoco si jugaría bien, más allá de un plantel bien poquita cosa, pero que hubiese obtenido logros mayores, si hubiese trabajado arduamente los mil detalles que suceden en cada partido de fútbol y de los cuales se podría haber sacado provecho.


Acuérdate, de todos esos tiros de esquina desperdiciados en jugadas tontas, cortitas, mal ejecutadas, que originaban un descalabro en contra.

Flaquito, todos esos halagos que te dispensan ciertos “alaracos del micrófono”, son falsos; lo realizan simplemente por cuidar su trabajo y no quedarse sin entrevistas. Fíjate más en la opinión del hincha común y corriente, ese de la galería y comprobarás que en absoluto quedaron conforme con tu trabajo, porque tú “no sabes ver bien el fútbol” y a partir de allí se gesta todo tu fracaso.


Y por supuesto, debe interesarte la opinión de los que saben de este cuento, que observaron tu accionar minuciosamente y comprobarás que tu evaluación es muy deficiente.


¿De dónde sacaste ese beibi fútbol pichanguero al borde del área? Cien por ciento anunciado, improductivo, ocioso, estéril. Sin rapidez, sorpresa, ni viveza, todo es nulo y cada partido se arrastraba, a merced del rival, cuando un pachanguero perdía el balón de tanto toquecito.


Por último flaquito, te voy a contar que junto con tu partida, sólo deben quedar en el plantel tres jugadores. El portero Carrizo; Richard Olivares y “pastelito” Méndez. El resto, no es apto para conformar un equipo de primera.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

CDA 2 - S.MORNING 1

Un triunfo que apareció de la nada



Ricardo Araya Maldonado
El Hincha más Hincha del CDA


Fue un triunfo conseguido exclusivamente por esas sorpresivas e inexplicables “cosas del fútbol”, porque después del empate visitante, el equipo local se vino abajo anímicamente y sus arrestos de fútbol desaparecieron por completo, quedando a merced de los delanteros autobuseros. Y si no estiraron las cifras, se debió simplemente a la suerte y a la impericia de los santiaguinos para definir el cotejo.


Santiago Morning, se farreó el partido. Inmediatamente, después del empate, tuvo seis oportunidades clarísimas de gol; desperdiciadas por balones que rebotaban en los fierros del arco; tiros apenas desviados; tole-toles donde pasaba de todo; despejes angustiosos y alguna atajada fortuita del meta Carrizo, con una defensa zarandeada hasta más no poder, que dejaba amplios espacios y no atinaba a nada y tampoco reaccionaba, totalmente descompuesta, pese a los intentos del público por levantarla.


En cada avance visitante, se derrumbaba la frágil estantería puma, con el paraguayo Portillo irreconocible, después de la chambonada que se mandó y costó el empate (un rechazo débil en su área, le entregó el balón al delantero); ni hablar de Oyarzún, que perdió la marca, no reducía espacios y sólo observaba como los delanteros amarillos entraban una y otra vez por su franja.


Era cosa de esperar, porque el tanto de la desigualdad, vendría de todas maneras, sin hacer nada extraordinario; sólo había que enviar un centro a la boca del área, o un pase al vacío y quedaba la crema, con el arquero Carrizo esperando el fusilamiento. El empate ya era demasiado premio para el equipo albiceleste.


El público también lo entendió así y agotó sus fuerzas en el vano intento por “resucitar un muerto”, porque tampoco podía pedir más a un cuadro, que mostró las mismas carencias de siempre y, por lo mismo, con lo que le cuesta convertir goles, el panorama se visualizaba sombrío, ya que los antofagastinos se arrimaban a la valla visitante con los típicos toquecitos de beibi fútbol, sin ton, ni son, en el borde del área.


Hasta que llegó ese tiro de esquina, en que los que saben de fútbol, le pedían a los jugadores que lo enviaran “a la olla” y desobedecieran las instrucciones del flaco Ibarra, de jugarla cortito y que siempre terminaba en una jugadita improductiva, grotesca y que, por el contrario, generaba peligro en el otro arco, desperdiciando una oportunidad de gol, que por si mismo lo constituye un lanzamiento de esquina, aunque el CDA tenga puros enanitos.


Defensa mal ubicada, golpe de cabeza limpio, arriba y esquinado de “tronquito” Escudero y se produce el milagro, cuando restaban cuatro minutos para el término del partido y la explosión de júbilo invade el estadio, poniendo fin al sufrimiento.


Un triunfo increíble, gestado de la nada –la misma fortuna de otros partidos jugados de local-, pero ahora con el agregado, que la defensa local hizo agua vergonzosamente, con jugadores desdibujados, irreconocibles, perdidos en la posición y la marca; situación muy insólita, por decir lo menos, tratándose de jugadores profesionales que, aunque no son ningunas lumbreras, sí tienen largos años de circo, en el fútbol profesional.


Más allá de la desbordante alegría –en la despedida del año, jugando en el Estadio Regional-, la primera opción la tienen los santiaguinos que jugarán de local, conociendo el resultado que necesitan, pero por otro lado es un partido con ingredientes extras, donde podrían suceder las “cosas del fútbol”, similares a lo vivido en la cancha antofagastina.

CDA 1 - U. TEMUCO 2

El Flaco Ibarra, comienza a despedirse



Ricardo Araya Maldonado
El Hincha más Hincha del CDA






Perder en el minuto 90, después de ir ganando 1-0 hasta el minuto 87 y con un hombre de más, resulta absurdo e increíble, en un partido en que se disputaba prácticamente el ascenso al fútbol de honor.


Dentro de la ira mezclada con tristeza, es muy fácil encontrar la causa, que se debió –fundamentalmente- a la falta de oficio de este cuadro puma, pese a que contaba con varios hombres fogueados en los pastos del ascenso, pero también con varios “chiquilines sin historia”, que ya demostraron que no serán nada en el concierto nacional y un DT poco idóneo.


Para los tontitos que aún creen en la mala fortuna, les voy a explicar que la falta de oficio, consiste en no saber manejar las acciones de un partido; de no saber que es lo más conveniente para el equipo, cambiando sobre la marcha cualquier planteamiento táctico; de no saber como manejar el reloj; de no saber cómo trabajar al árbitro; de no tener un caudillo; de no tener tampoco, un jugador que le pegue “a todo lo que se mueve” (todos los grandes equipos lo tienen); de carecer de un entrenador cazurro y vivo. Y de ignorar mil detalles, en cada partido, que revelan falta de trabajo específico, concerniente a lo que “podría pasar”, en tal o cual partido.


Y por último, un arraigado desconocimiento de la historia del fútbol, porque nadie le ha contado al flaco Ibarra y a sus jugadores, que los equipos argentinos Estudiantes de La Plata e Independiente, fueron campeones de la Copa Libertadores (incluso campeones mundiales), con jugadores entre discretos y mediocres, pero que ninguno permitía que lo “miraran feo” o “le metieran el dedo en la boca”, dentro de una cancha de fútbol.


De estar a punto de ascender, al término de los 90 minutos, la triste realidad ahora indica, que sólo sirve la victoria en el partido final para acceder al último cupo de la liguilla de promoción, con poca opción ya que históricamente los clubes de primera, superan a los de potreros.


Duele, aún sabiendo que este equipo puma “nunca fue confiable”, con la certeza que la estantería podría ser derrumbada en cualquier instante; jamás apabulló al rival, siempre ganó de fortuna o ajustadamente implorando la hora y en cada partido dejaba la impresión que “algo –o mucho- le faltaba”, inclusive en los mejores momentos cuando marchaba de puntero.


Esta vez, en plena declinación futbolística y opaco desempeño de muchos de sus jugadores, que se arrastra por largas fechas, el partido contra Temuco nunca le resultó favorable en el predominio de las acciones y el cuadro sureño siempre estuvo más cerca de abrir el marcador. Sin embargo, por esas “cosas del fútbol”, los albicelestes se pusieron en ventaja con un gol del delantero Castillo, en el primer cuarto de hora del segundo tiempo.


Y fue este mismo jugador –convertido en un Angel Bustos cualquiera- que se farreó el ascenso a primera división, cuando le quiso pegar de “tres dedos” y desvió solo frente al arco; podía haber hecho mil jugadas distintas y todas se convertirían en gol, ya que estaba con todo el arco a su disposición.


Creo que, cualquiera que sea el desenlace final del CDA –con o sin liguilla- el flaco Ibarra debe ir despidiéndose del club. Ya cumplió su ciclo, sin mayor brillo, dejando a tras una secuela de errores –cualquier DT comete errores, dirán sus defensores- pero los suyos fueron a causa de ignorancia futbolística, lo cual es imperdonable para un hombre de la banca; aparte que no sabe cómo se defiende un resultado en partidos “calientes”, que por lo mismo es imposible perderlos. Y menos, cuando los árbitros ya están en los camarines.


Otra derrota o empate sobre la hora; cuento viejo y repetido: jugadores inocentones, “quedaos”, sin chispa, torpes. En palabras simples, no son “cancheros”, incluyendo al flaco Ibarra.


Cada vez que pone al chiquilín Ronald González, queda la crema, ya que hace rato es de aporte nulo. Ni hablar de Escudero, que ya se visualizó como un “tronco” consumado. “Pastelito” Méndez, ni la sombra de ese jugador de las primeras fechas y Pino, improductivo total, tanto que no siquiera se puso pichanguero. Los demás muy “regulares”, en dosis pequeñas.


Duele esta debacle casi consumada en “la puerta del horno”; claro que se veía venir hace largas fechas, cuya evidencia fue opacada por las ansias de un fanatismo a ultranza, -e igualmente denunciada- con un plantel tan poquita cosa en lo futbolístico; pero también “sin fondo” para manejar un resultado, sabiendo que contaba con una delantera pobrísima en productividad, por lo cual ante cualquier triunfo parcial se requería cuidarlo como “hueso santo” sin importar que se constituya en un equipo desagradable a la vista, pero experto en cosechar puntos.

Una fecha más y se acaba el sufrimiento. Una fecha más y ya no tendremos que soportar más a este flaquito Ibarra.