Ricardo Araya Maldonado
El Hincha más Hincha del CDA
Un triunfo ajustado, pero reconfortante consiguieron los pumas, ante los iquiqueños, que los mantiene en la parte alta de la tabla e ilusionados con el retorno al fútbol grande.
Víctor Oyarzún, autor de la única conquista. Fotografía de Archivo
A estas alturas del torneo, cuando el CDA comenzaba a desdibujarse, después de un comienzo espectacular, lo que vale son los tres puntos conseguidos ante los iquiqueños, sin buscar exquisiteces en los argumentos del triunfo por la cuenta mínima, ante Municipal Iquique.
Una victoria justa, enredada y lograda con algo de sufrimiento, no por los empeños finales que pusieron los dragones celestes, sino porque al cuadro local le ronda la “bestia negra” de los empates, bajo la conducción de Ibarra; partidos que iban para goleada, que terminaron en frustrantes reparticiones de puntos, como aconteció durante toda la temporada pasada y también ahora, frente a La Calera y Copiapó.
Y sobre todo, debido a la ausencia de la dupla mágica Pino-Méndez. Claro que las preocupaciones iniciales de ver tantos “nombres” en la oncena iquiqueña, quedaron rápidamente disipadas porque la visita demostró que era muy poquita cosa, ya que estaba conformada por jugadores viejos, troncos, trotones, hacheros y ex turistas del CDA, que más se hicieron notar por meter la pierna fuerte. Tanto, que durante todo el encuentro, fueron muy esporádicas las llegadas de real peligro a la valla de Carrizo. O mejor dicho, “mucho ruido y pocas nueces”, producto de innumerables centros a la olla, o jugadas que se diluían al borde del área, sin ninguna gracia.
Más ameno fue el show del técnico Cantillana -ex Cobresal- que lució espectaculares dotes histriónicas, en una sabrosa mezcla entre payaso y mimo. Además, llegó al estadio disfrazado de terno y corbata, lo cual es una ridiculez por cientos de razones, tan evidentes como prácticas.
El gol albiceleste, se produjo a los 25 minutos. Un desborde del chiquilín González, se atrevió a encarar, ingresó al área e hizo un pase retrasado para que Oyarzún, con un furibundo zapatazo incrustara el balón arriba, en el ángulo, donde no llega ningún arquero.
Antes de esa feliz jugada, lo típico y archiconocido en el planteamiento del CDA: juego cortito; pases al rival o hacia atrás; falta de sorpresa y profundidad. Como que cuesta “calentar motores”.
Y después de la ventaja en el marcador, también lo mismo de siempre: Salida lenta y errática; sin poder de finiquito y –lo peor- por ningún lado apareció el “instinto asesino”, para liquidar el partido, con grandes y propicios espacios para procurarse un festín de goles. Claro que no, porque los pumas carecen de un goleador por excelencia.
Por eso, una vez más el encuentro se “apichangó”, los cambios realizados fueron infructíferos y ante la precariedad ofensiva, sacaron esa “cartita bajo la manga” salvadora (y que volvió a sorprenderme gratamente), que consistió en presionar arriba y en el mediocampo, con una inusual y óptima recuperación del balón (claro que enseguida lo perdían, fácilmente) y un encomiable despliegue físico, cuya resistencia ignoro si alcanzará cuando empiece el campeonato de verdad, con los ocho mejores equipos considerando las series norte y sur.
Por el momento, más allá de acortar distancia con el puntero, se ganó a un rival clásico de antaño –donde había de todo, tanto en la cancha como en las graderías-, un equipo muy venido a menos, representativo de la “Tierra de Campeones”, como se definen los iquiqueños, con total desparpajo.
Necesito –por favor- que alguien me diga de qué son campeones, porque para mis estadísticas, son campeones de nada.
Fotografía de Archivo
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